El Espíritu Santo y la filiación divina

  1. MORA PECIÑA, ABEL
Dirigida por:
  1. Lucas Francisco Mateo-Seco Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Navarra

Año de defensa: 1999

Tribunal:
  1. Lucas Francisco Mateo-Seco Presidente/a
  2. Joselito Jose Alviar Secretario
  3. Santiago Ausín Olmos Vocal
  4. Victor José Morales Marín Vocal
  5. Francisco Javier Sesé Alegre Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 73976 DIALNET

Resumen

El Espíritu Santo, el don de Dios, nos transforma en hijos de Dios. Dimensión penumatológica de la filiación divina. Pero el Espíritu es una vida. El Espíritu y la vida no existen solos y aislados. Nosotros sólo lo podemos vivir desde Cristo, siendo un uno con l, siendo un sólo Cristo. "En l", que nos dirá Pablo. Distintos y unidos. Dimensión cristológica de nuestra filiación divina. El Espíritu nos transforma en la misma y única imagen de Cristo (2 Cor 3,18), la única imagen sobrenatural. Para hacernos hijos se ha tenido que salir Dios en la misión conjunta del Hijo y del Espíritu, que nos marcan y sellan con su sello hipostático y personal. La relación que tenemos con las Personas Divinas en nuestra filiación: a. Con el Hijo: la unión más profunda que puede haber: la unión de dos para vivir una misma vida, un mismo Espíritu. b. Con el Espíritu Santo: es nada menos que "espirarlo" desde el Hijo. Participamos en nuestra filiación de la "espiración activa" del Espíritu desde Cristo, de una manera "participada y análoga" (San Juan de la Cruz). c. Con el Padre: verdadera filiación, no sólo adoptiva. Verdadera generación participada de la del Hijo. No unívoca, sino analógica. Tenemos un principio vital divino: el mismo Espíritu que tiene el Padre. Somos hijos en la Trinidad y no de la Trinidad. Porque somos hijos de solo el Padre. Aunque toda la Trinidad participe en nuestra filiación. Y por ser hijos estamos ya en la Familia de la Trinidad. Y estamos todos los que tenemos el Espíritu, el principio vital divino. Somos "copartícipes" del Espíritu con el Padre y con el Hijo. La mayor "koinonía", la mayor "comunión". Y desde el Espíritu se ilumina el misterio de María, de la Madre en nuestra filiación. Sólo desde l engendró a Jesús. Y sólo desde l engendra a los nuevos hijos. Sólo el Espíritu actuó en Ella -Virginidad- y desde siempre actuó en Ella -Inmaculad