El problema de la eternidad como 'atributo' divino de Tomás de Aquinoanálisis desde la teología natural
- Mercado García, Merced Alicia
- Agustín Echavarría Director
Universidad de defensa: Universidad de Navarra
Fecha de defensa: 02 de noviembre de 2020
- Enrique Martínez Presidente/a
- Rubén Pereda Secretario
- David Torrijos Castrillejo Vocal
- María del Rosario Neuman Lorenzini Vocal
- Enrique Moros Claramunt Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
El estudio de la eternidad, en la actualidad, volvió a tomar importancia por los debates originados en la teología analítica o filosofía analítica de la religión . El modo epistemológico para el conocimiento divino requiere, sin embargo, de la analogía, negatio, remotio y de la superatio. La eternidad es definida por Boecio como interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio. Tomás de Aquino la retoma en su análisis. El orden de la presente investigación consideró el orden en la exposición de la cuestión diez, de la primera parte de la Summa theologiae. Lo interminable es entendido por Tomás de Aquino como una realidad sin fin; pero al tratarse de la eternidad divina, desvela el que también carezca de inicio. Esto es lo entendido bajo la noción de inmutable. Al investigar sobre la razón de incluir vida en el enunciado definitorio, la pregunta central es si la noción de ser debería incluirse también al definir la eternidad. La realidad a la cual apunta lo eterno es a un ser vivo, que es, además, fuente de toda vida, por tratarse de Dios. De vida interminable, funge como el sujeto del cual se indican la posesión perfecta y el todo simultáneo. En cuanto a la noción de todo, es entendida en tanto completitud: en Dios no hay partes. La simultaneidad, por sí sola, es un término que remite al menos a dos realidades implícitas en lo que se puede dar o llevar a cabo. Si bien en el primer acercamiento a la noción se delinearon sus aspectos principales, será al comprenderla junto con la noción de todo (tota simul), que el uso dado en la definición adquiere su pleno sentido. La noción de perfección, referida a la eternidad, acude al instante para vislumbrar en él el inacabamiento, y, en ese sentido, la imperfección del tiempo. La perfección se entiende, así como el todo referido a Dios, como aquello a lo que nada le falta. Esto da lugar a entenderlo como completitud. Sin embargo, al remitir al instante, y el instante al tiempo, se sabe que el móvil es algo compuesto de materia y forma. Por la forma la materia se perfecciona; en efecto, la perfección proviene de la forma. La forma al ser lo actual, precede a la materia, por lo actual los seres van de la imperfección a la perfección. Dios, siendo lo más actual es, en ese sentido, lo perfecto. La última noción que forma parte de la definición de eternidad es la posesión. Por ella se entiende la convergencia entre lo inmutable y lo indefectible es decir, se entiende como lo tenido firme y sosegadamente. El tema del sosiego termina por redondear la noción de perfección; especialmente porque se logra ver la diferencia entre la imperfección del reposo del móvil y la invariación del ser divino. La quietud divina, no consiste por consiguiente en un defecto, sino en una prerrogativa. Una vez expuesta la manera en que cada uno de los términos de la definición de eternidad significan, se incluyen explícitamente las diferencias y similitudes entre la eternidad y el tiempo. Ambos son medidas: el tiempo, mide al ser del movimiento, la eternidad mide al ser permanente. La confusión más común al buscar entender lo que es la eternidad, es concebirla como una prolongación del tiempo. Este error proviene de interesarse en el aspecto cuantitativo de lo que ambos miden, y no en lo cualitativo de cada uno. Y más aún, al no tomar en cuenta el ser de lo que miden. El ser de Dios, y con mayor precisión, la vida de Dios, es inmutable, completa, perfecta, necesaria y es actualidad máxima. Haber distinguido esos aspectos de lo eterno ayudó a reconocer lo que es algo uno en el tiempo, y en qué sentido Dios, y su eternidad, se identifican. Lo anterior confirmó la hipótesis inicial, que a partir de la comprensión de lo uno-mucho, pueden entenderse tanto la eternidad divina como el tiempo, sin recaer en faltas de coherencia.