Composición corporal, autoconcepto, autoimagen y trastornos de la alimentación en adolescentes con escoliosis idiopática

  1. CORTÉS PAREDES, SANDRA
Dirigida por:
  1. Carlos Barrios Pitarque Director/a

Universidad de defensa: Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

Fecha de defensa: 17 de diciembre de 2012

Tribunal:
  1. Rosa María Baños Rivera Presidente/a
  2. Carlos Pablos Abella Secretario/a
  3. Carlos Villas Tomé Vocal
  4. Jesús Juan Burgos Flores Vocal
  5. Lorenzo Livianos Aldana Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 336284 DIALNET

Resumen

Introducción A pesar de los avances en el tratamiento de la escoliosis idiopática (EI) del adolescente en las últimas dos décadas, la etiología de esta enfermedad permanece incierta. Durante la peri-pubertad, el desarrollo corporal de las niñas con EI parece diferir de los sujetos sanos, no solo en lo relativo a su deformidad raquídea. Además, es posible que la EIA como alguna otra enfermedad crónica pudiera aumentar el riesgo de alteraciones de la conducta alimentaria. De hecho, algunas alteraciones psicológicas relacionadas con la autoimagen corporal han sido consideradas como factores predisponentes para el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria. Entre los objetivos de este estudio se determinarán los valores antropométricos y de composición corporal de un grupo de niñas con EI comparándolos con los estándares de una población control (Estudio I). Posteriormente se analizará la relación entre distintos factores de autoestima, autoconcepto individual y conducta alimentaria con la valoración clínico-funcional obtenida con el test SRS-22 en mujeres adolescentes con EI (Estudio II). Finalmente, se analizan mediante cuestionarios individualizados la autoimagen corporal y la conducta alimentaria de un grupo de chicas con EIA (Estudio III). Material y Métodos En el Estudio I, un total de 52 niñas con EI y edad media de 13,9 ± 1,9 años fueron sometidas al estudio antropométrico. Las curvas escolióticas oscilaban entre 20º y 58º Cobb. Ninguna de las pacientes había sido sometida a tratamiento quirúrgico. Un grupo de 92 niñas sin deformidad raquídea y una edad media similar (13,8 ± 0,8 años) formaron el grupo control. Los parámetros analizados incluían: peso, talla y grosor en mm de 6 pliegues cutáneos (tricipital, subescapular, abdominal, suprailíaco, muslo y pierna). El índice de masa corporal (IMC), índice ponderal (IP), porcentaje de grasa (%G), porcentaje de tejido muscular, peso graso, peso muscular, peso magro, peso óseo y peso residual fueron calculados según formulas estándar para obtener los datos de composición corporal. El cálculo de los componentes del somatotipo (endomorfia, mesomorfia y ectomorfia) se realizó con las ecuaciones propuestas por Carter y los valores numéricos se representaron en la somatocarta con un único punto (somatopunto). En el Estudio II se dispuso de un grupo de 59 adolescentes de sexo femenino entre 10 y 18 años tratadas ortopédicamente por EI. Se registraron el índice de masa corporal (IMC), porcentaje graso, y tipo y severidad de la curva. De modo individual, las pacientes contestaron una serie de encuestas encaminadas a valorar el grado de autoestima y autoconcepto (cuestionario AF-5) y las posibles alteraciones de la conducta alimentaria (cuestionarios EDI-2, n=26). Con el cuestionario SRS-22 se recogió la valoración clínica, funcional y mental de cada paciente. Los resultados cuantitativos de los distintos cuestionarios se compararon con los datos normativos de la población española. Se analizó además la correlación entre los distintos cuestionarios. En el Estudio III, un total de 20 chicas con EI entre 10 y 16 años de edad completaron diversos cuestionarios: uno sobre conducta alimentaria (ChEAT-26) y otro sobre autoimagen corporal (BSQ). Ambos test están validados para población española. Para el ChEAT-26 se utilizaron dos puntos de corte, 12 y 20 que indican sujetos de riesgo y sujetos con claros trastornos de la conducta alimentaria. En el BSQ se utilizaron también dos límites ya estandarizados: superior a 50 (insatisfacción corporal) y superior a 101 (trastorno de la imagen corporal). Como factores clínicos se registraron el índice de masa corporal (IMC), el porcentaje de grasa corporal, la intensidad de la curva (mayor o menor de 30º), y el cuestionario clínico-funcional SRS-22. Resultados Estudio I: Comparándolo con la población control, el grupo de niñas con EI presentaban un menor peso medio (51,4 ± 10,2 kg vs 54,7 ± 6,5 kg; p<0,05), un menor IMC (19,3 ± 2 vs 21,4 ± 2,4; p <0,001) y un mayor IP (43,2 ± 2,4 vs 42,2 ± 1,6; p<0,01). Mientras que en el grupo control el IMC se mantenía en cifras muy similares entre los 13 y los 16 años, las niñas con escoliosis mostraban una progresiva disminución del IMC con la edad. El %G también era menor en las niñas con escoliosis, aunque sin diferencias estadísticamente significativas (14,1 ± 3,8 vs 15 ± 3,6). De las 52 niñas con escoliosis, 11 (21,2%) estaban en los rangos de bajo peso, con IMC < 17,5. En el grupo control, sólo 3 de las 92 niñas (3,3%) estaban dentro de estos parámetros. El somatotipo de ambos grupos difería significativamente, mostrando las niñas con escoliosis un mayor componente ectomórfico (3,29 ± 1,68 vs 2,40 ± 1,11; p<0,001) y un menor componente mesomórfico (2,68 ± 0,82 vs 3,70 ± 1,11; p<0,01). Estudio II: Se detectaron 10 pacientes (19,2%) con IMC <17,5 considerado como indicador de anorexia. Estos 10 pacientes presentaron mejores puntuaciones que el resto en las subescalas del SRS-22 pero solo existían diferencias significativas en la subescala Función-actividad (4,39 ± 0,31 vs 4,03 ± 0,43; p=0,034). La subescalas de Autopercepción de la imagen y Salud mental y la puntuación total del SRS-22 se correlacionaron inversamente con los grados Cobb de las curvas. La subescala Autopercepción de la imagen se correlacionó negativamente con el IMC y el porcentaje graso. Los dominios del test AF-5 de más baja puntuación en las niñas escolióticas fueron precisamente la esfera física (5,22 ± 2,03) y emocional (5,81 ± 2,04), siendo las diferencias con los datos normativos de niñas sanas estadísticamente significativos. Las puntuaciones medias más altas se obtuvieron en la esfera familiar (8,73 ± 1,30), pero significativamente inferiores a los datos normativos. Después de los 14 años se observó un importante deterioro en autoconcepto físico en las pacientes con EI. En las niñas con EI >30º se recogieron puntuaciones significativamente menores en la subescala Académico-laboral del AF-5 (5,84 ± 3,13 vs 7,81 ± 1,97; p=0,037). No hubo diferencias en las puntuaciones del cuestionario AF-5 entre las niñas con > o < 17,5 IMC. A excepción de la subescala Social del AF-5, todas las demás (Académico-laboral, Emocional, Familiar y Física) se correlacionaron positivamente con todos los subdominios del SRS-22. Las niñas con EI obtuvieron puntuaciones totales medias del EDI-2 inferiores a la población normativa (36,3 ± 15,1 vs 59,1 ± 4,56; p<0,001) y muy lejos de las descritas para niñas anoréxicas (89,9 ± 6,1; p=0,000). Los valores totales del EDI-2 se correlacionaron negativamente con los dominios de autopercepción de la imagen (r=-7,444; p<0,001) y salud mental (r=-0,447; p=0,28) del SRS-22. La correlación negativa o inversa fue más estrecha con las subescalas de Obsesión por la delgadez, Insatisfacción corporal y Bulimia del EDI-2. Las pacientes con EI mayor de 30º Cobb, y aquellas con IMC >25 presentaron las puntuaciones más altas en el EDI- 2. Estudio III: Con relación al ChEAT-26, 4 casos (20%) tenían puntuaciones supriores a 12 (riesgo de alteración conducta alimentaria), pero solo 1 caso (5%) estaba por encima de 20 puntos (trastorno alimentario). Respecto al BSQ, 6 pacientes (30%) presentaron valores en el rango de insatisfacción corporal y 5 (25%) de trastorno de la imagen corporal. La distribución entre subgrupos del ChEAT y BSQ fue estadísticamente significativa (Chi-Square test: 6,944; p=0,031). Un solo caso con puntuación del ChEAT superior a 12 no presentó ninguna alteración en la percepción de la imagen corporal. Por el contrario, 2 casos con ChEAT total normal tenían puntuaciones superiores al 101 en el BSQ. Los resultados del BSQ se correlacionaron con la intensidad de la curva (grados de Cobb), con el IMC, el porcentaje graso y los valores del ChEAT-26. Los 5 pacientes con trastornos de la imagen corporal (BSQ>101) presentaban la curvas más pronunciadas y los valores más altos de IMC. Las pacientes con IMC <20 o porcentaje de grasa <18% presentaron puntuaciones bajas en el BSQ. Los valores de BSQ y ChEAT no se correlacionaron con la puntuación total del SRS-22. Conclusiones: Las diferencias en algunos parámetros antropométricos (peso, IMC, IP) y en el somatotipo indican que la EI no solo podría alterar el desarrollo morfológico del raquis, sino que parece tener implicaciones en el desarrollo corporal. Los factores implicados en el desarrollo estaturo-ponderal también parecen afectados por la etiopatogenia de la escoliosis. Aunque entre las pacientes con EI existe una proporción alta de adolescentes con bajo peso, este dato antropométrico no parece estar relacionado con trastornos de la conducta alimentaria. Como en la población sana, solo aquellos pacientes con EI e IMC >25 mostraban algún rasgo de trastorno alimentario. Los niveles de autoconcepto y autoestima fueron más bajos en los adolescentes con EI que en población sana. Cuanto mayores eran los valores totales del cuestionario EDI-2 menores eran los obtenidos en las escalas de Percepción de la imagen y Salud mental del SRS- 22. Las pacientes con EIA presentan un porcentaje menor de trastornos de la conducta alimentaria que la población sana de similar edad. Sin embargo, muestran un alto porcentaje de insatisfacción y/o trastornos de la imagen corporal, aunque estos trastornos no parecen condicionar alteraciones de la conducta alimentaria. Ambos factores no influyen en la valoración