La centralidad de la experiencia. Un acercamiento pragmatista a la investigación y la deliberación según Peirce y Dewey

  1. Serra, Juan Pablo
Dirigida por:
  1. Jaime Nubiola Aguilar Director

Universidad de defensa: Universidad de Navarra

Fecha de defensa: 22 de diciembre de 2022

Tribunal:
  1. Paloma Pérez-Ilzarbe Serrano Presidenta
  2. Joseph C Milburn Secretario
  3. Vicente Lozano Díaz Vocal
  4. Miguel Ángel Quintana Paz Vocal
  5. Ángel Rivero Rodríguez Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 783000 DIALNET lock_openDadun editor

Resumen

Esta tesis busca probar que la filosofía de los pragmatistas clásicos alberga una noción de experiencia que da cuenta cabal de la dimensión cognoscitiva y moral de la existencia humana en la medida que reúne las esferas del pensamiento y la vida disociadas por el empirismo y el racionalismo modernos. En los tres primeros capítulos, se examina la teoría del conocimiento de Charles S.Peirce y su relación con la ética. En este marco, se sitúan las dos tesis peirceanas acerca de la verdad: primera, que el significado de una hipótesis verdadera consiste en que sería creída al final de una investigación responsable y sostenida; y segunda, que, si se adoptara como creencia, jamás encontraría una experiencia contraria que obligara a desecharla. Algunos intérpretes sugieren que la verdad es, en Peirce, un ideal regulativo y otros preguntan si cabe entender como causa final su condición de fin de la investigación. Para Peirce, la verdad es una propiedad de ciertas proposiciones que, cuando es creída, influye en el comportamiento y exige la cooperación del que la cree para enriquecer y expresar su contenido. Con estas consideraciones, se estudia qué comportamiento contribuye mejor al despliegue de la verdad y el contexto en que sucede con mayor seguridad, que es la investigación científica. El investigador genuino, según Peirce, empeña su persona en comprender y ayudar a desarrollar la razonabilidad que percibe en el Universo y lo hace procurando en sus distintos quehaceres que la verdad sea un elemento activo del mundo de la experiencia y que el carácter razonable de lo real se extienda a toda la experiencia. Orientar la conducta hacia el fin admirable de hacer razonables las acciones y pensamientos la convierte en moralmente valiosa y, según Peirce, la reviste de importancia cosmológica pues contribuye a la creación del Universo. Los cuatro capítulos restantes desarrollan las implicaciones éticas -y, algo menos, sociales y políticas- de la teoría del conocimiento analizada en los tres primeros. Y es que, por ser un producto de la Ilustración madura, el pragmatismo tiene en la afirmación de la vida corriente su horizonte de partida y también su fuente de valor y normatividad hasta tal punto que invita a ir más allá de la filosofía, adentrándose en otras áreas de la cultura para influir mejor en la existencia personal y social. La obra de John Dewey orienta parte, sobre todo sus escritos sobre ética, psicología y sociedad. La exposición de la concepción deweyana de la filosofía sirve para destacar su meliorismo, la convicción de que el saber ha de buscarse por amor al mundo más que al conocimiento y que es el amor a este mundo, en su belleza y precariedad, lo que impulsa el deseo de mejorarlo y actualizar sus posibilidades. El análisis de la ética deweyana parte de la premisa de que ser meliorista exige cultivar un carácter compuesto por ciertos hábitos y que la moralidad misma surge del potencial de la experiencia ordinaria como guía de la acción humana. Para comprender esto último se expone la reconstrucción de la experiencia deweyana, destacando que la experiencia humana ocurre dentro de la naturaleza y, en ella, hay una larga historia de trato con el mundo. No cabe, entonces, ignorar la influencia de la sociedad y la época en el flujo de la experiencia personal. Sobre el trasfondo de la experiencia general se tienen experiencias particulares que destacan por su unicidad o aspecto cualitativo. A este respecto, se dedica un largo tramo para discutir qué es la inmediatez cualitativa. En el caso de la experiencia moral, su cualidad específica es que demanda hacer algo. Averiguarlo exige vivir a fondo la situación problemática en que aparece dicha demanda, adquirir hábitos, examinar las reglas generales heredadas del entorno social, diferenciar entre lo deseable y lo deseado, y apreciar la continuidad entre medios y fines, sobre todo dada la importancia que tiene en la deliberación moral el tipo de persona en que me convierto.