Curiosidad e innovación. Beneficios de la curiosidad para las organizaciones y modos de promoverla

Resumen

¿En qué consiste la curiosidad? ¿Cuál es su relación con la innovación? ¿Se puede hacer algo para incentivarla? Estas preguntas, que surgieron de mi experiencia en la empresa, son el comienzo de este trabajo de investigación. A lo largo de mi vida profesional, he constatado que distintas organizaciones tienen distinta capacidad de innovación. Siendo esta capacidad de innovación la que las hace adaptables, y de la que depende, por tanto, en gran medida, su éxito a medio y largo plazo, me pareció vital intentar entender a qué se deben esas diferencias. En general, las capacidades de una organización dependen de dos factores: de los recursos de los individuos que las componen, y de las características de la organización. Los resultados del trabajo de un grupo de personas no se reducen a la mera suma de las capacidades de los individuos: puede ser mayor o también menor. Es muy común que en una reunión hablen más aquellos que tienen más confianza en sí mismos, que no son necesariamente los más competentes. Lo mismo sucede en un aula: muchas veces he encontrado en los exámenes o en los trabajos, alumnos brillantes que no abrieron nunca la boca en clase. La innovación es un resultado de la creatividad, de la capacidad de encontrar respuestas nuevas, también de formular nuevas preguntas, de generar ideas que no testadas anteriormente. Este fue el tema de mi anterior trabajo de investigación que resumí en mi libro ya citado (Delgado Cerviño, 2017). En esta tesis he intentado entender el paso previo: ¿de qué depende esa creatividad necesaria para la innovación? De entre los elementos que facilitan la creatividad hallados en la investigación académica, uno me llamó la atención de manera especial.