«Y Dios lo ungió con Espíritu Santo y poder» [Hch 10,38]la unción progresiva del Espíritu Santo en la humanidad de Jesús, de su nacimiento a su muerte, a partir de la teología de san Ireneo de Lyon

  1. Ruiz Aragoneses, Maria Rosa
Dirigida por:
  1. Gabino Uríbarri Bilbao Director/a
  2. Nuria Martínez-Gayol Fernández Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad Pontificia Comillas

Fecha de defensa: 13 de junio de 2023

Tribunal:
  1. Emanuela Prinzivalli Presidente/a
  2. Pedro Rodríguez Panizo Secretario/a
  3. Fernando Rivas Rebaque Vocal
  4. Manuel Mira Iborra Vocal
  5. Pedro Manuel Fernández Castelao Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El objeto de estudio es explorar cómo actúa el Espíritu Santo en la humanidad de Jesús durante su vida terrena (desde el nacimiento hasta la muerte) a partir de la teología de San Ireneo de Lyon. Por tanto, se excluye la acción del Espíritu tras la resurrección y las posibles relaciones intratrinitarias. El trabajo parte de tres preguntas: - ¿Podemos hablar de humanidad sin el dinamismo del Espíritu Santo que la constituye como tal en un continuo ¿augmentum et incrementum¿ (AH IV 11,1)? - ¿Podemos detectar cierto progreso en Jesús, Verbo encarnado, al ser ungido por el Espíritu Santo a lo largo de su vida? - ¿Cómo se manifiesta dicha acción del Espíritu en Él?, ¿podemos detectar algunas señales de que la humanidad de Cristo se va dejando transformar por el Santo Espíritu? A lo largo de cinco capítulos, partiendo del concepto de Dios en Ireneo (1), de su antropología (2) y de la acción del Espíritu en la humanidad de Cristo (3), concluimos: - Desde la teología ireneana, no podemos hablar de humanidad propiamente sin el dinamismo del Espíritu Santo constituyéndola como tal desde la creación, en un asemejamiento continuo hasta el Padre. - Si la encarnación fue verdadera, también Cristo, el Ungido, fue creciendo en su humanidad, dejándose transformar progresivamente por el Espíritu hasta la plenitud final. - Tal unción progresiva es -esencialmente- un camino de comunión de Dios y lo humano, más allá de una acción puntual tradicionalmente situada en el Jordán. Tal unción progresiva desde la concepción hasta el bautismo (momento en que tal unción actuante se visibiliza) se da primero en la unidad personal de Cristo, como primicia, y después en cada ser humano que libremente se va abriendo a la acción progresiva del Espíritu en su carne. Por último, nos preguntamos si tal acción progresiva del Espíritu en Jesús puede ser contemplada visiblemente a lo largo de su vida. ¿Describe Ireneo algún aspecto como «señal» específica del Ungido? A ello dedicamos los dos últimos capítulos. En el 4º partimos de Jesús, el Siervo, el Jordán y las tentaciones, tal como Ireneo las interpreta, ayudándonos de la antropología cultural y los abundantes estudios sobre posesión espiritual en sociedades primitivas. Finalmente, en el 5º capítulo se exploran tres señales que Ireneo vincula estrechamente al ser humano que se deja hacer por el Espíritu: curar como expresión de la opción decidida por el ser humano, expulsar demonios como consecuencia de la lucha contra el mal y el modo de afrontar la pasión y el sufrimiento.