Las celebraciones católicas y las fiestas de fidelidad a la monarquía borbónica en la conformación de la sociedad samaria durante el Siglo XVIII
- REY SINNING, EDGAR
- Justo Cuño Bonito Director/a
Universidad de defensa: Universidad Pablo de Olavide
Fecha de defensa: 25 de enero de 2017
- Juan Marchena Fernández Presidente/a
- Juan Manuel Santana Pérez Secretario/a
- Pilar Latasa Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
El proyecto que se presentó como propuesta de investigación a la Universidad Pablo de Olavide, en el Doctorado de Historia de América Latina. Mundos Indígenas, fue el resultado de una reflexión que surgió después de algunas lecturas sobre los festejos que se realizaban en algunas ciudades hispanoamericanas y neogranadinas: Quito, México, Lima, Santa Fe, Cartagena de Indias, Popayán, Cali, Medellín, San Gil, Girón, El Socorro y Mompox. Se constató que eran escasas las referencias o los estudios sobre Santa Marta. Se decidió, entonces, analizar la sociedad y la cultura de Santa Marta durante el siglo XVIII, a partir de las celebraciones católicas y las fiestas de fidelidad definidas por las Cortes de España o los monarcas. Rituales católicos con el rigor que imponía la sobriedad de la ceremonia y el personaje fallecido, y por otra parte, fiesta política como un homenaje al nuevo rey, expresando su lealtad y fidelidad, no sólo por las autoridades, sino por toda la sociedad en su conjunto, estos eventos implicaban las juras. La ceremonia se constituía en el espacio propicio para expresar la adhesión al monarca y manifestar reconocimiento de legitimidad a la monarquía ibérica. Además, la Corona solicitaba la celebración de otras ceremonias, donde los protagonistas eran los miembros de la familia real: es el caso de compromisos matrimoniales, matrimonios, preñez de la reina, nacimiento de los herederos de la Corona, bautizos, aclamación como príncipe o infanta. Asimismo se ordenaban exequias fúnebres de los familiares muy allegados a la monarquía. Todas estas ceremonias se organizaban en la ciudad de Santa Marta y en algunas de sus ciudades cercanas, como Riohacha, Valledupar, Ocaña, en la villa de Tenerife y en otros pueblos grandes de la provincia. La obediencia por parte de las autoridades coloniales samarias y los grupos de peninsulares blancos y hegemónicos de la ciudad, se expresó en cada una de las ceremonias ordenadas y organizadas con dedicación en el recinto urbano. Nunca hubo un no, siempre cumplieron en medio de las necesidades básicas, a pesar del olvido y el ostracismo en que vivió lo ciudad y su provincia por largos periodos de la colonia. La pobreza no fue un obstáculo para ello, todo lo contrario. Las autoridades se las ideaban para celebrar con alguna suntuosidad las ceremonias, bien sea a la hora de realizar las exequias reales, las aclamaciones y proclamaciones del nuevo monarca, celebrar los oficios religiosos en agradecimiento, como también las exequias de los reyes, príncipes, reinas, entre otros allegados a la familia real, e inclusive a la muerte de una autoridad eclesiástica. Pero las autoridades, el cabildo de la ciudad o el gobernador, informaban que se había cumplido tal ceremonia en medio de las dificultades, que no tuvieron la pompa y suntuosidad que merecía el personaje, pero que la situación económica era crítica.