El problema del bien. El bien del hombre según Santo Tomás de Aquino
- Abeso Beka, Mariano
- Enrique Moros Claramunt Director
Universidad de defensa: Universidad de Navarra
Fecha de defensa: 06 de mayo de 2022
- Sergio Sánchez-Migallón Granados Presidente
- Agustín Echavarría Secretario
- Ana Marta González González Vocal
- Ginés Santiago Marco Perles Vocal
- Marta Echevarria Abascal Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
La noción trascendental de bien indica perfección, actualidad y perfectividad del ente, es decir, su apetibilidad. El bien en sí mismo implica perfección y actualidad. Y como cada ser finito, ─por su estructura acto-potencial, es decir, por ser un bien participado─, tiende a su propia perfección, el bien se entiende también como lo perfectivo y actualizante de otro a modo de fin; pues lo propio del acto es ser comunicado. Y la perfectividad manifiesta, asimismo, que los seres finitos no son perfectos sino perfectibles. En este sentido, dado que el ser es mejor que el no ser, y el bien es superior al mal, el bien es aquello que todas las cosas apetecen. De ahí que, a nivel humano, por exigencia de la razón práctica, se tenga que hacer y buscar el bien, y evitar el mal. En Tomás de Aquino encontramos un desarrollo del bien del hombre que, por una parte,considera al ser humano desde el plano de su dignidad ontológica como un bien honesto, sustancial y subsistente, y por lo cual, cada ser humano es amado y querido por sí mismo, es útil para los demás y cuya coexistencia y convivencia se hace placentera. Y por otra, el Aquinate entiende el bonum hominis como lo bueno para el hombre, considerado desde el plano de su naturaleza y de sus tendencias, es decir, el bien práctico-moral que cada uno de nosotros persigue con sus acciones y elecciones libres. Por cierto, el bien es lo único que conocemos, deseamos y buscamos, pero ni lo conocemos suficientemente ni el acierto con el bien real está asegurado naturalmente en nuestras acciones y decisiones libres. Además, a pesar de ser racionales, no siempre actuamos racionalmente. Por ello, necesitamos de la virtud y de la ley para no sólo vivir, sino vivir bien.